miércoles, 5 de noviembre de 2025

Cidade Vermelha

 

Muchas de las entradas a las favelas de Río de Janeiro tienen dos señales particulares y complementarias: en las vías principales que comienzan a empinarse están los centros de despacho de los mototaxis, que son casi el único transporte público hacia las lomas. Decenas de hombres en moto, con sus chalecos respectivos, y un gran tablero con los precios a todos los barrios marcan las puertas principales. Para todo el mundo es claro que las mafias controlan el negocio que sirve a la vez como estrategia de vigilancia y control. En agosto pasado la policía de Río desmontó una aplicación pirata llamada Rotax Mobili que atendía el transporte en Vila Kennedy, una favela al oeste de la ciudad. La innovación era manejada por el Comando Vermelho, el grupo ilegal más poderoso de la ciudad. La policía calcula que en esos tres meses los dueños obtuvieron ingresos mensuales por un millón de reales, unos 740 millones de pesos.

El otro elemento distintivo en las calles bajas de las favelas son las barricadas, “puertas” de hierro listas para ser cerradas cuando comienzan las operaciones militares y policiales. Grandes barras de hierro horizontales, con sus goznes pesados y su estética de fortaleza militar medieval, también las hay en verticales, barras de hierro que se introducen en orificios profundos en la calle. Todas están rodeadas de llantas viejas que serán el combustible de esas puertas de hierro y fuego.

La violencia policial en las barridas de Río se registra desde hace treinta años. En octubre de 1994 y mayo de 1995 dos operativos policiales en Nova Brasilia, uno de los barrios que componen el Complexo do Alemão, dejaron 28 muertos y tres mujeres violadas. En 2017 una sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó al Estado por los hechos. Era apenas el comienzo, en 2010, el gobernador del estado de Río, Sergio Cabral, inspirado en las Operaciones Orión y Mariscal en Medellín, dirigió el más grande operativo hasta el momento. Se coparon más de 48 entradas a los barrios, la toma incluyó tanques blindados y seis helicópteros artillados para apoyar la ocupación. La operación dejó 37 civiles muertos, 118 detenidos, 518 armas incautadas.

Era el inicio de una estrategia que buscaba quitar el poder social y económico a las mafias organizadas y meter la policía en tierras ajenas. Nacían las Unidades de la Policía de Pacificación (UPP). Pero no llegó la paz sino la guerra declarada entre mafias y Estado, y una violencia oficial indiscriminada y racista contra los favelados, que estalla varias veces al año con operativos sangrientos. El Estado no recuperó nada, pero ganó en miedo, desconfianza y odio.

Hoy muchas de las estructuras de las UPP están abandonadas o son simples miradores donde los policías miran sin ver. El Estado es cada vez más recelado en los cerros de Río, los barrios son cada vez más cerrados, la sensación de brutalidad y racismo por parte de la policía ha hecho de las favelas territorios hostiles a todo lo institucional. Por su lado, los grupos armados, Comando Vermelho y Amigos dos Amigos tienen cada vez más poder. La policía de Río es una máquina de matar. El año pasado mató a 699 ciudadanos y en 2019 llegó a la escandalosa cifra de 1814 bajas. Cerca del 80% de los muertos son negros. En abril de este año un fallo del Tribunal Supremo exigió reducir la letalidad de los operativos. La respuesta fue la Operación Contención que dejó más de 120 muertos en el Complexo do Alemão y el Complexo da Penha.

Hace seis meses estuve doce días en Río en un trabajo periodístico por seis favelas de la ciudad. Queda la sensación de que esas fortalezas solo tienen contacto con el Estado, y con una buena parte de la sociedad, cuando viene el momento de las chispas, el plomo y la sangre. Luego queda la desconfianza, el resentimiento, el dolor y la preparación para el próximo choque.

 

 

miércoles, 29 de octubre de 2025

Domingo de calentamiento

Iván Cepeda gana la consulta popular del Pacto Histórico y es el candidato  presidencial de la izquierda | EL PAÍS América Colombia

 

El Pacto tomó riesgos y salió bien librado. No era fácil medirse en una fecha sin protagonismo electoral, pasar de la retórica del gobierno del pueblo y del llamado a las calles a una apuesta en los cubículos en 20.000 mesas, todavía lejos del tiempo de las definiciones, fue una audacia impulsada por el propio presidente. No se puede olvidar que hace un mes el Comité Político Nacional de Pacto comunicó que desistían de la consulta por la decisión del CNE que impidió la fusión de todos los partidos progresistas. Era sobre todo una excusa jurídica para evitar una temprana apuesta electoral. De ahí en adelante vino el drama: el sí o sí del presidente a la consulta, las alianzas, las descalificaciones cruzadas, las promesas, la renuncia tardía de Quintero. El pacto es drama, los consejos de ministros lo saben, y eso no es necesariamente malo para el rating electoral.

Paradójicamente los partidos que dicen no creer en las herramientas democráticas del país pusieron su suerte en el tarjetón. Mientas tanto el Centro Democrático se inclinó por una encuesta que hace ver a sus candidatos en un juego privado, con el público lejano, simple espectador. Y el Centro todavía no sabe quiénes son los jugadores para marzo, un colectivo sin una plataforma de cohesión al que no le queda más que ir decantándose por goteo, sin reglas conocidas. La izquierda, que siempre se ha dicho tiene gran poder de autodestrucción, encontró una forma más transparente y democrática que sus competidores.

El segundo triunfo fue la descalificación de Quintero. Quedó muy claro que su salida tuvo que ver con todos los pronósticos que apuntaban a su derrota. Prefirió perder por W que perder a secas. Era imposible que Quintero obtuviera el millón y medio de votos de Cepeda en una elección exclusiva de las bases de izquierda y algunas maquinarias. Los padrinos políticos del exalcalde, casas tradicionales, no podían borrar el rechazo de todo el Pacto. Esala perdió Petro. Las maquinarias demostraron, además, que pueden ser leales a cualquiera que sea el ungido, no necesitan a Quintero para sumar en busca de cobrar.

El Pacto también mostró orden clientelista y músculo de opinión. Por eso Petro felicitó a Benedetti y se felicitó a sí mismo, cosa que no le queda difícil. Sacar los mismos votos que su lista al senado en 2022 le asegura una estabilidad a su bancada para el 2026, y es muy posible que en marzo, con el agite electoral en pleno y sus candidatos con más plata y puestos, puedan sumar al menos otros 500.000 votos. La salvedad la tiene la cifra de votos nulos y tarjetones no marcados, fueron 388.000 votos, un 14% del total, demasiado para una votación tan sencilla. Hay que poner en remojo esos voticos que al parecer salieron a votar cumpliendo compromisos burocráticos. Pérdidas del acarreo electoral.

El Pacto queda con buen viento para marzo con un gran lunar en Bogotá que parece cuestionar al gobierno y su proyecto. Un fortín en posible decadencia. En la consulta de 2022 participó el 20% del censo electoral de la capital y en la de ayer apenas el 6%, es claro que no son comparables pero la caída es muy grande. Respecto a la votación del Pacto para senado la disminución en Bogotá también fue mayúscula, 692.000 votos en marzo de 2022 contra 348.000 el domingo pasado. También hubo fuertes bajas en Antioquia, Valle, Meta, Caldas, Quindío, Boyacá, Cundinamarca, Casanare y Risaralda. Tienen la ventaja que saben dónde ajustar, además de los votos obtuvieron un de diagnóstico certero.

Fue una elección que entrega buen viento con miras a una primera vuelta y a elecciones de senado, pero con peros importantes para un triunfo presidencial, entre otras por la personalidad y trayectoria del ganador, quien tendrá que salir a buscar votos en terrenos ajenos y desconocidos, donde es visto con todos los recelos. El Pacto mostró las cartas y se supo que no está cañando.

 

 

 

miércoles, 22 de octubre de 2025

Conjuro de octubre

El evento reunió a más de 2.500 exponentes.

 

Congreso Mundial de Brujería: 50 años de la polémica que dividió a Bogotá  en 1975 | EL ESPECTADOR

Han pasado cincuenta años y la gazmoña persiste. Pasó el Nadaísmo y sus herejías adolescentes, y su dios que no se afeita con Gillette, pasó Vallejo y su ateísmo silencioso en las iglesias frías de la tarde, y sus sacrilegios obscenos y su furia contra la curia solapada y halitosa, pasó Débora y su excomunión por los retratos sardónicos del clero y de las mujeres sin hábitos, pasó Botero y sus obispos de pastel, tan blandos, tan sosos en esa ciudad de cuatro esquinas “donde el Arzobispo era el Papa”, pasó caminando Fernando González, El Brujo de Otraparte, con su misticismo ajeno del miedo y sus burlas al rebaño temeroso, su Viaje a pie fue prohibido por monseñor Manuel José Caycedo “bajo pecado mortal”, por su blasfemias contra Jesús y sus devaneos con Darwin… Todo pasa pero quedan las taras retrógradas, los dogmatismos rancios, la ansiedad de las bendiciones epilépticas.

Medellín acaba de ser testigo de un escándalo que resultó gracioso por la mezcla de azufre e incienso. Se buscaba recordar el Primer Congreso Mundial de Brujería realizado hace 50 años en Bogotá, un evento organizado por Simón González, hijo de Fernando, animados ambos por similares espíritus y otras yerbas. En 1975 el Congreso causó sensación, se acreditaron 160 periodistas de medios nacionales y 138 medios internacionales y el primer día ingresaron 5000 almas a la Feria Internacional de Bogotá. Una figura precolombina de 10 metros presidió la ceremonia de inauguración y un Mamo de la Sierra soltó su sermón de la montaña. El clero puso el grito en el cielo, la conferencia Episcopal dejó claro que la Iglesia se oponía a la hechicería” y calificó el evento como “un retroceso en la vida religiosa y civilizada”.

En el auge del jipismo era justo variar un poco la dieta espiritual de la iglesia católica, las drogas habían hecho su efecto, Las puertas de la percepción de Huxley ya tenía 20 años de publicado y los chamanes ya montaban en avión. Se trataba de agitar un poco el espíritu con tambores, candomblés, mentalistas, vudú, trances hipnóticos y vendedores de ilusionistas. Zapata Olivella habló del baile como invocación y Clarice Lispector leyó su cuento El huevo y la gallina: “Ver un huevo no permanece nunca en el presente: apenas veo un huevo y ya se vuelve haber visto un huevo hace tres milenios.” Ya ven por dónde iba el misterio.

El presidente no quiso perderse la feria de novedades e hizo llevar hasta el Palacio la máquina del momento. Una cámara para retratar el aura según el método Kirlian. Cecilia Caballero Blanco, la esposa de López Michelsen, se sometió al procedimiento y además de su gran energía se revelaron problemas gastrointestinales. El presidente les dio la bendición a los brujos y todo siguió su curso.

Pero el gran retrato vino cuando Monseñor Rafael Gómez Hoyos llegó de incógnito al Congreso para meter el dedo en la llaga como buen incrédulo. Por las energías del lugar se encontró con Simón González quien lo saludo con reverencia. “Encuentro mágico”, tituló El Espectador en primera página con la foto para cerrar un cisma. Ni para Roberto Gómez Bolaños pasó inadvertido en convite y en uno de los capítulos de El Chavo, Don Ramón pregunta si Doña Clotilde ya regresó de Bogotá, del Congreso aquel.

En la misma plaza donde los Nadaistas sabotearon el Congreso de Escribanos Católicos se realizó el encuentro brujo de este fin de semana en Medellín. Un inofensivo festival con algo de historia, tambores, libros, chucherías ancestrales y carreta mística. Se demostró que la caspa en las sotanas es infinita como cierta misericordia y que Medellín no pierde el olor rancio como los orines bajo las ceibas de la Plazuela San Ignacio.