


Desde hace unos días un cartel con la figura adamada de Mao Tse Tung adorna una de las vallas al interior de la Universidad de Antioquia. Es uno de los triunfos del movimiento que se dice revolucionario al interior del Alma Mater. De nuevo una de esas victorias que se pretenden simbólica y grandilocuente termina siendo a la vez ridícula y peligrosa. El fetichismo del “rebaño de las mentes independientes” con sus banderas y sus consignas solo recuerda la irracionalidad adolescentes de los barras bravas y sus “trapos” con el escudo de su equipo amado. De hecho en el partido del domingo en Medellín, en la tribuna sur correspondiente a la barra dura del Nacional, había cartelas referidos a la situación en la Universidad. El antidisturbios encarna al enemigo común.
En el otro extremo de la Universidad las cosas pasan del simbolismo a la acción. Hace más o menos tres semanas un estudiante que hacía su práctica con el periódico universitario De la Urbe fue agredido por varios “guardias” del aeropuerto, como se conoce el sitio desde donde despachan los jíbaros en la Universidad. El pelao estaba con una cámara y los dueños de la plaza decidieron darle una lección luego de quitarle la tarjeta de memoria. Según el periódico El Tiempo la plaza del aeropuerto reporta ventas semanales entre 200 y 250 millones de pesos. Y todos sabemos cómo defienden las mafias sus negocios.
Lo triste del caso es que la jerga libertaria, la paranoia que considera un torniquete en la puerta un mecanismo de control inaceptable, la poesía barata de los grafitis que canta al espacio libre y común, termina por hacerle el juego a esa mafia ramplona. Luego de la agresión algunos estamentos estudiantiles intentaron justificar el hecho, o al menos entregarle un contexto que lo explicara. Se habló de una violación del derecho a la intimidad por parte de los jóvenes reporteros. Un representante estudiantil, uno de esos viejos pastores ovejeros, profesional del rollo, se propuso como conciliador entre las mafias y los estudiantes de la facultad de comunicaciones. Sería interesante ver la reacción del “comisionado de paz” si los golpes los hubiera dado el ESMAD y no la mafia aeroportuaria. Pero no todo puede ser tétrico. También hay espacio para el humor. Luego de los golpes los jíbaros del aeropuerto sacaron un comunicado de prensa. Firmaba la “Comunidad del Aeropuerto”.
De nuevo la de Antioquia está cerrada. Ahora por la implementación de un carnet que busca facilidades para los estudiantes y demás miembros de la comunidad universitaria y controles para los visitantes externos. Parece increíble el alboroto general. Es como si en Colombia se hubiera llamado a la insurrección por el reciente cambio de cédula. La Universidad de Antioquia sufre distorsiones infantiles, malformaciones retóricas y una meningitis libertaria que solo entrega poder a los extremistas ideológicos y a los comerciantes duros. El más reciente comunicado del Consejo Académico resume bien la situación: “…el abuso de la socorrida autonomía universitaria peligrosamente convertida en pequeñas pero poderosas autonomías especiales para el delito del narcotráfico, para el negocio privado o para la violencia subversiva de derechas y de izquierdas, de una manera tal que la original autonomía para el libre desarrollo de las actividades del conocimiento y del debate ideológico, termina convertida en la privatización de la Universidad ligada a la satisfacción de fines particulares, de negocio o de política...”
Los especialistas en convertir cualquier decisión administrativa en un debate que merece mesas interdisciplinarias y asambleas extraordinarias se han ido tomando el espacio de discusión en la Universidad. El sesgo ideológico y la sordera son su principal cualidad. Les luce mucho una frase de Oscar Wilde en Un marido ideal: “Me encanta hablar de política, paso todo el día hablando de política. Pero no soporto oír hablar de ella.”