martes, 16 de octubre de 2012

Último disfraz




 

 

Los últimos días de los grandes narcos reflejan siempre una farsa, una actuación torpe y desesperada que busca tapar los gustos desmesurados con las costras de la pobreza o el rigor de la austeridad. Mafiosos bajo el disfraz humilde y triste de sus lavaperros, narcos claustrofóbicos en un apartamento de estudiantes, capos bajo el ala del sombrero roto del mayordomo.  La reciente muerte de Heriberto Lazcano Lazcano en El Progreso, un pueblo de mala vida en Coahuila, México, demuestra que las películas no siempre exageran con sus escenas de polvo y sangre.

Lazcano estaba parqueado en su camioneta, acompañado de su último guardia, viendo desde la ventanilla un partido de béisbol entre las novenas de El Progreso y Ciudad del Parque. Tal vez no quería abandonar el aire acondicionado para ir a sentarse en las tribunas de madera del “diamante”. Con seguridad miraba con algo de asco ese escondite donde el letargo y la sospecha son una sola cara. Un pueblo desahuciado, con algo de vida en diciembre cuando los hombres regresan de Texas a lucir sus camionetas y entregar los regalos a sus mujeres e hijos, resultó demasiado seco y silencioso para pasar desapercibido. Alguien vio los fierros de los dos hombres extraños, se asombró por sus botellas relucientes y dio un aviso. La policía respondió con desgano, fueron a buscar un simple camaleón que ponía problemas a causa del alcohol y se encontraron con la víbora más preciada. Ni siquiera lograron reconocerla, la dejaron tirada en la funeraria de ese pueblo sin morgue: “¡Que la recojan sus dolientes!”, pensaron entre burlas. Y sí, al rato llegó el comando de encapuchados. A estas alturas la víbora debe estar embalsamada en algún santuario de la señora muerte.

Algunos de los nuestros también han representado sus pantomimas últimamente. Diego Rastrojo fue tal vez el más clásico. Una finca arrocera en el municipio de Rojas en Barinas, Venezuela, era su refugio. Pero tampoco se las iba dar de campesino con una simple Unidad Agrícola Familiar. Mejor tener la más grande de la región y tirar línea, prestar plata, posar de vecino bueno: el patrón del bien. Dicen que hacía de capataz, y a falta de dueño el capataz manda. El sombrero y el tractor hacían el resto. Una camioneta destartalada y un carrito como de juguete servían de flotilla. Pero el Whisky siempre delata y por ahí se comenzó a descocer el disfraz.

Valenciano, uno de los capos de la Oficina, también estaba pasando trabajos en Venezuela. Luego de las grandes casas con gimnasio en Maracaibo y las tardes de shopping para calmar el tedio en el Catire, el Doral Center o el Comercial Pereira, llegó la paranoia. Terminó entonces en un primer piso de tercera en un edificio con nombre de primera en la ciudad de Maracay: Falcon Crest. Una famosa enfermedad del codo fue su perdición: apenas les pagaba un millón de pesos a cada uno de sus cinco guardias.

El Loco Barrera estaba dedicado a sus vueltas por medio de llamadas desde más de sesenta teléfonos públicos. Hacía de ganadero en San Cristóbal y había perdido hasta la ostentación de la barriga. Una mujer le manejaba su carrito de segunda y parecía más un tramitador que un capo. Las conversaciones desde las cabinas lo muestran regateándole un millón de pesos a su proxeneta de confianza por el servicio de las prostitutas.

Al momento de la captura o la muerte los grandes capos quedan perfectos bajo el disfraz que hace minutos parecía patético. Ahora les caza la camisa rota, el carro viejo, el apartamento raído. Han perdido el aura que hacía que todo les quedara corto.

7 comentarios:

Pascual Gaviria dijo...

Ahí están el diamante de Lazcana en Progreso, la finca de Rastrojo en Rojas y las cabinas de El Loco en San Cristobal.

Pascual Gaviria dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Pascual Gaviria dijo...

Una buena crónica sobre Progreso luego de la decadencia de Lazca.

Aquí, en Progreso, nadie sabe quien es Heriberto Lazcano

Roberto Texacoco dijo...

Genio y figura hasta o de las mejores familias. Pascualito, que bien, se queda uno aterrado de los narcos desde Pablo, siempre igual como en el futbool de los paises de Medio frente a los grandes Brasil y Argentina.
Cada 20 años aparecen como si nada, continuando el negocio, porque a mi me gusta la cripa y no la dejaré.

lelo69 dijo...

A todos les luce el overol amarillo de las cárceles gringas,también se ven muy majos dentro del cajón, pa que....

Freddy V dijo...

A uno de los mellizos lo cogieron camuflado entre la carga de una tractomula... En fin los cuentos son muchos, pero la novela en general acaba igual. Claro a los aspirantes a capos poco les importará el descenlace, seguramente se gozan más las película con la que llegan a ese punto.

Nelson Vanegas A dijo...

Una de las imágenes que más me ha impactado en la vida está en el Cementerio San Pedro de Medellín, la tumba de un pistolero con la misma música todo el día, flores de plástico y unas increíbles fotos que no muestran sino lo pobres que aún con su dinero todavía eran...