martes, 26 de abril de 2016

Barras Vs Bandas






Entre narradores, comentaristas deportivos y algunos aficionados al fútbol por televisión se ha expandido una idea que pretende igualar a las barras con los combos delincuenciales. La generalización busca convertir el barrismo en un delito y aislar de cualquier contacto con la sociedad a los jóvenes que agitan sus trapos y ponen a cantar a los estadios. Según el prejuicio ambiente las barras se deberían separar de los “hinchas decentes”, de los clubes y de las entidades públicas con una malla electrificada que corone una filosa serpentina de acero: “Confinar a los vándalos”, es la consigna que se oye todos los fines de semana luego de que los noticieros repiten alguna escena de violencia entre hinchas 
Según el reciente Plan Decenal de Seguridad, Comodidad y Convivencia en el Fútbol 2014-2024, realizado por el gobierno con apoyo de la Dimayor, autoridades regionales y policía, en Colombia hay unos 50.000 jóvenes, la mayoría menores de edad, pertenecientes a 25 barras de equipos de la A y la B. Esos jóvenes son vistos muchas veces como una preciada mano de obra para los líderes del crimen organizado en las ciudades. Convertir una barra en una mafia, al estilo argentino, donde manejan parqueaderos en los alrededores del estadio, microtráfico, clientela para políticos oportunistas, jóvenes dispuestos para las vueltas más bravas, chantaje a jugadores y directivos es un asunto sencillo para quienes manejan combos en las ciudades. Tienen plata, fierros y un prestigio rudo que convence a muchos pelaos de los barrios. El peor de los errores que pueden cometer el Estado, los equipos, los aficionados y los medios es entregar ese rebaño áspero al dominio de los ilegales, aislarlos para que otros los acojan. Muchas administraciones municipales lo han entendido y han hecho trabajo social que para algunos resulta impresentable, logrando legitimidad para el Estado y la exigencia de una responsabilidad colectiva para las barras 
Hace poco se oyó el estribillo descalificador de buena parte de la prensa luego de un artículo, mentiroso y malintencionado, que hablaba las boletas que Atlético Nacional le entrega a la barra Los del Sur. Desde junio de 2011, cuando desaparecieron en Colombia las mallas que separan a los hinchas de la cancha, los directivos de Nacional se reunieron con los líderes de la barra para planear una estrategia. Cerca de 150 jóvenes de Los del Sur se pusieron una camisa naranja y asumieron el compromiso de defender la cancha, de hacer autocontrol, de servir como anticuerpos a esa masa de 9000 hinchas en la tribuna sur del Atanasio. Palomino marcó el 3-1 frente al Tolima en los últimos minutos y se fue a celebrar frente a Sur, la avalancha parecía inevitable, pero la cadena de los jóvenes de naranja logró parar esa marea para muchos incontrolable. Ese día los llamaron alcalde, presidente del club y comandante de policía a felicitarlos. Entonces nació una empresa de logística que se encarga de hacer un trabajo de regulación al interior. No se trata de asumir funciones de la policía, solo de evitar que la policía tenga que intervenir. Ahora algunos de los jóvenes antes más belicosos cobran 30.000 pesos por partido, sienten un compromiso distinto al del tropel y entran anotados en una lista del club. La empresa ha trabajado en logística de eventos de diferentes al fútbol. Eso es lo que a muchos les parece un descaro. Según ellos sería mejor queMemín’ u otro bandido fuera el contacto para el “trabajo social” de las barras.  
Los jóvenes son los principales protagonistas del fútbol en los estadios. Una brecha entre comentaristas más cercanos al El Dorado que al abismo de las tribunas de hoy pretende acabar con las barras negándoles su importancia para los problemas y las soluciones. Mientras la policía de Bogotá reporta 53 riñas cada hora en las calles, se pretende condenar a las barras como un fenómeno de violencia intrínseca. En ocasiones jugar rana en la tienda puede ser más peligroso que ver fútbol en la tribuna. 



10 comentarios:

Unknown dijo...

Que bien Pascual, por fin alguien sensato reconoce el potencial que poseen estos grupos, en específico una barra tan numerosa y organizada como Los Del Sur

Unknown dijo...

Pascual grande ,sin ánimo de ofender a nadie pero no podemos desconocer que también hay movimiento de dineros en la tribuna por diferentes circunstancias, y muchos se están llevando a costas de la pasión de muchos

Unknown dijo...

Pascual grande ,sin ánimo de ofender a nadie pero no podemos desconocer que también hay movimiento de dineros en la tribuna por diferentes circunstancias, y muchos se están llevando a costas de la pasión de muchos

Unknown dijo...

Defender a estos combos delincuenciales es como decir que Pablo Escobar fue un buen tipo porque regaló muchas casas. Por favor.

Unknown dijo...

Sólo un dato en el que me pareció curioso que se equivocara:La camisa de los muchachos de Sur es amarilla. La naranjada es de la Rexixtenxia.

Pascual Gaviria dijo...

Gracias por sus comentarios. Varias cosas. Lo primero es que es inevitable que un fenómeno que agrupa a tanta gente genere dinero. Creo que ahí lo importante es la claridad en el manejo y cierto nivel de formalización. Creo que lo que hacen Los del Sur con la creación de una SAS va en el camino correcto.

Acerca de lo que dice Unknown. Agrupar a los 50.000 jóvenes que pertenecen a las barras bajo un supuesto combo delincuencial es además de falso, injusto. Aquí no se trata de defender a nadie si no de mirar un fenómeno que dependiendo de su tratamiento se puede degradar o integrar. Pero entiendo a quienes solo les interesa la descalificación automática, son muchos, prefieren no pensar y deberían formar su propia barra para repetir los estribillos de siempre.

Juan David, sobre las camisas fue que miré el video de ese partido Nacional Vs Tolima y los pelaos de logística tenían, en esa ocasión, camisa naranja. Así se comenzó, bien sé que la de hoy es la amarilla del líder. Jajaja.

Saludos.

Jhon Torres dijo...

Con la manifestación de esos grupos se busca el reconocimiento social de personas que, en muchos casos, vienen de entornos olvidados por la sociedad. Tal vez se piense que es mejor señalarlos de delincuentes para tener una excusa y devolverlos a su anonimato y no afecten el "orden" de nuestra comunidad.

Unknown dijo...

El futbol ha pasado de ser un espectaculo familiar a entretenimiento adulto.
El barrista marihuanero pidiendo para la boleta en tono amenazante, policia anti motines por volquetadas, los daños a la propiedad privada en los alrededores del estadio... es un fenomeno mas bien reciente que no se veia hace 30 años cuando mi papa me llevaba al estadio a chupar paleta y ver los partidos de Nacional o Medellin, igual el espectaculo era el juego mismo.
Ahora los barristas resulta que son el espectaculo.... que para brincar todo un partido, asi sea Fortaleza vs Nacional, tienen que consumir cantidades industriales de droga, y por estar tan drogados son capaces de hacerse matar por un trapo y destruir lo que se les atraviesa.
Defender los barristas es un error, puede que sea popular... pero el Futbol como esta el ambiente en el estadio, es mejor verlo por WIN.

Dora Londoño dijo...

Hola Pascual. Tu artículo me parece pertinente, sobre todo porque tocas un tema clave: la prensa deportiva. No voy a generalizar, pero muchos de estos desconocen la realidad del fútbol que se ha transformado de en casi 20 años. Se vuelven en unos ortodoxos del fútbol y poco le aportan a un deporte que tiene tantos (y nuevos) simpatizantes.

La ciudad ha cambiado, pero la mentalidad no. Seguimos marcados por una violencia que no nos permite vivir bien, respetando a los demás. Por eso, pueden haber mil cámaras en el Atanasio, pero mientras cada persona no se apropie de su entorno y reconozca que el otro también tiene derecho, difícilmente lograremos paz en las tribunas.

Carlos Torres dijo...

"Pascu" espero me permitas compartir el siguiente enlace: http://caracol.com.co/radio/2016/05/04/deportes/1462398768_252588.html
No intento polarizar, solo contextualizar un poco sobre lo que efectivamente no se arregla insultando desde las cabinas, microfono mal usado para lanzar descalificativos.