martes, 2 de octubre de 2018

Aquelarres y linchamientos






El diablo está de vuelta, el peligro de los hechiceros ronda a los hogares bien iluminados, los descreídos enaltecen sus vicios sin castigo. Es necesario poner las talanqueras del Estado, es obligación impedir el grito de los blasfemos ahora que la cruz no es suficiente. No se pueden dar largas, hay que templar las cuerdas, no importa si algunos indeseables terminar ahorcados. La opinión pública es la nueva hoguera.
El ambiente medroso y puritano exige desconfianza y precaución. La histeria impide un simple concierto, señala los abusos de los degenerados que quieren ejercer sus excesos como si fueran derechos. Ser ejemplar ha vuelto a ser una obligación, al menos ser ejemplar de twitter y Facebook para afuera.
Hace sesenta años, Pedro Gómez Valderrama publicó un libro conformado por tres ensayos sobre herejes y hogueras. El libro, llamado Muestras del diablo, narra los peligrosos desenfrenos de quienes buscaban la pureza y temían a los ritos paganos, a las brujas y sus vuelos perversos, a los poderes de satán. Una sociedad que sufría una plaga de piedad, un contagio represivo. “¿Qué es, en el fondo, lo que ocurre? Que el sacrificio de la libertad personal, su restricción brutal, desencadenan una serie de fuerzas que llegan a terrenos del individuo vedados por su naturaleza a personas distintas a él mismo”. Ahora el Estado ve demonios por todas partes, quiere ser de nuevo el tutor, dice atender a un clamor general y proteger a los indefensos. La ley y la voluntad del gobernante apuntan a un momento de severidad y penitencia.
Se confunde a los ciudadanos con los fieles, con el rebaño. Los políticos tienen vocación de pastores, los medios temen el rechazo de las mayorías y muestran su cara más piadosa. La libertad es un riesgo que no vale la pena. Los nuevos aquelarres, los misteriosos Sabbat que se hacían en medio de la Selva Negra, son ahora simples conciertos espeluznantes, los hechiceros vienen pintados y han cambiado alquimias y tridentes por la guitarra y el bajo.
El último de los ensayos de Muestras del diablo se llama El engañado y habla de cómo el infierno puede ser generado por el medio social, por la opinión ambiente. No solo el corazón de los hombres puede albergar el infierno, la sociedad más pura puede dar un buen ejemplo de sus rutinas. La edad media dio lecciones importantes y en el siglo XX la asepsia nazi entregó una gran logística para el infierno moderno. “El engañado es el hombre común de cualquier época, el espectador de las hogueras, del proceso, de las cámaras de televisión, el hombre a quien se instruye en determinados temores, se dota de una serie de conceptos ad-hoc, de temores fabricados, de odios previamente planeados”.
Hoy se mira con desconfianza no solo a los adoradores del disentimiento, a quienes no aceptan  las explicaciones de las mayorías y los mandatarios. También se señala a los simples indolentes, a quienes no le temen a la insignificancia y no se exaltan con los grandes valores y los triunfos indicados. En su momento Montaigne fue juzgado por sus lectores de dos décadas después de su muerte por esa desidia. “No nos convertirá en el tipo de hombres que requiere nuestro tiempo”, decían sus detractores en el siglo XIX. El desgano frente a los grandes planes era también un pecado.
Es necesario exhibir con desvergüenza la cola y los cuernos, mostrar que “el diablo tiene mucho que ver con la libertad”, que se pueden emprender aventuras en busca de los abismos propios. O simplemente desdeñar todos los esfuerzos humanos, incluso sus deseos de bondad.

3 comentarios:

Sixpence Notthewiser dijo...

Esa histeria promueve la manipulación en grupo. Yo diría que no es solo un rasgo del gobierno propio (como en los USA, donde un egomaniaco descontrolado rige el pais) sino que desde el extranjero se ha manejado a las ovejas para que entren en la boca del lobo. Facebook y twitter son solo los catalizadores.

Un gato con siete vidas dijo...

Increíble un país donde los perseguidores de las brujas son lo más corrupto y pervertido de la sociedad y eso sólo lo ignoran los que los encargan de
tan delicada misión. En la inquisición por lo menos había un tribunal

Unknown dijo...

Detras de toda accion de protegernos del diablo, está la de manipular a la sociedad, de hacer un inventario de seguidores para una futura eleccion politica y de ver cuan estupidos somos, que creemos sus palabras y acciones santas que nos llevaran directo al cielo. Aquellos que se creen santos y puros generalmente son los corruptos y "pecadores" de la patria que quieren esconder su basura entre nosotros, con la consigna de salvar nuestra alma del diablo, como si nosotros necesitaramos su ayuda en los menesteres celestiales.