Vamos a cumplir nueve
años hablando de política y lealtad. Intentando conjugar dos antónimos, examinando
gestos menores, traduciendo declaraciones, anticipando desplantes. No se trata
de tramas partidistas o desencuentros ideológicos, ni siquiera de
enfrentamientos entre colosos electorales. Nuestra atención se centra en el
comportamiento de un elector menor y su acudiente, entre alguien que carga una
deuda sobre su noble silla y todos los días duda si debe pagarla con obediencia
o talante propio, si debe atender a la sombra que lo asusta o ahuyentarla con
alguna chispa.
Son los
problemas de elegir por interpuesta persona, de buscar un simple interprete. El
testaferrato suele terminar mal para el dueño, el suplantador y la propiedad. En
el 2010 la escaramuza comenzó muy pronto. Un viaje a Venezuela sin
autorización, el abrazo con un indeseable que también lucía banda presidencial,
el encargo ministerial a dos sospechosos. Desde el ministerio del superior comenzaban
a salir advertencias y reproches. Seis meses después del encargo la molestia
era pública y el señalado intentaba tapar las pestes con cordialidad: “No nos
inventen peleas”. Por un lado las venias y el respeto, y por el otro las
conversaciones con los enemigos a muerte de quien pretendía dictar el guion
desde el palacio de oriente antioqueño. Antes de la mitad del encargo
presidencial la gresca era definitiva. Lo que siguió fue recrear en la prensa
todas las fábulas de traición y atizar algo de odio para que el drama fuera
completo.
Ahora de nuevo
jugamos con la ficha de un tahúr. Esta vez se ha cuidado un poco y ha designado
a un alfil menor con deudas mayores. Durante el proceso de elección el pequeño
encargado se puso la ropa de su jefe para completar la caricatura. Hablaba
incluso con el acento de su guía, más para congraciarse que para confundir
incautos. Estaba en el ensayo general para el papel que venía. En su primera
visita a la realeza entregó las saludes de su soberano. En casa, y ya con la banda
terciada, imita las funciones de fin de semana del patrón. No tiene tono de
capataz pero luce el sombrero de ocasión.
Las apuestas han
comenzado. Algunos dicen que ya ha tomado distancia y solo es cuestión de
tiempo para la gresca de turno. Algunos sueltan esa posibilidad como elogio
para el encargado y otros como escarnio. Unos partidarios dicen que no ha resultado
lo que parecía, que baja la cabeza y muestra señas de condescendencia con los
enemigos, que habla muy bajo y que es muy blando de cuerpo y alma. Otros dicen
que todo es un juego de independencia, una puesta en escena para que el
presidente luzca como tal. Están seguros de que el principal suelta los tercios
duros y el segundo pule la página para mostrarse dueño de la situación. Y que
el nominador le corrige la plana falsa para que se intuya que todavía hay acatamiento.
Los más briosos del bando dicen que ese muchacho se está saliendo del carril.
Los más cerreros le recomiendan seguir el paso del caballo más fino. Los más
lambones le dicen que ese equilibrio está muy bien. El encargado mira a todos
lados, pone una ficha en casi todas las casillas, un día oye a un ministro
ajeno y el otro a uno propio.
El dueño del
escudo mira con impaciencia, califica día a día, le hace el prólogo en las
audiciones ante alcaldes y gobernadores. Suelta una pequeña reprimenda y luego
le soba la cabeza. No hay duda de que sabe templar la rienda. Mientras tanto,
seguimos con las apuestas en el pequeño drama palaciego.
6 comentarios:
Y es, por supuesto, una puesta en escena. El problema son las vidas que están en juego...
Pascual(Pedro) : Mira cómo estamos y tú cortando orejas !!!!
Ese patrón del que hablas y del que no cesas de hablar (sera monotema?)es el líder indiscutible de la mitad de los colombianos y tiene argumentos para serlo: en su gobierno la economía ,que es fundamental en un país como el nuestro, se entregó con superavit y la inseguridad, que ataja la inversión y reduce el empleo, la arrinconó y la entregó a su sucesor para que la terminará y no para darle impunidad y prebendas y ya vemos como este sucesor dejó al país: con un hueco fiscal exorbitante y unas bandas criminales envalentonadas y hambrientas de más poder para seguir sometiendo mediante el narcotáfico. Esas medidas contra estos desajustes son las que le pedimos al nuevo sucesor y no por imposición del "patrón" sino por el anhelo de cambio de la debacle que nos dejó el anterior reinado del compra-nobel
"El Palacio de Oriente Antioqueño". Tirazo.
Muy bien. Estamos mal. Convendría ver el país, no por los ojos de su expresidente (aunque tenga aires de posesionado), sino por los propios. Y para eso se necesita criterio, de lo contrario repetirá la retahíla de la seguridad (que no es otra cosa que guerra) y del desarrollo económico (que no es otra cosa que pobreza para el pobre disfrazada de tecnicismos).
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