miércoles, 18 de mayo de 2022

Duelo a garrotazos

 




Medellín ha quedado en la mitad de un duelo en el que los combatientes han resultado ser comediantes. Detrás del enfrentamiento están las reglas del derecho, es el telón pomposo tras los adversarios que alardean y se hacen amagues y fintas. Una farsa teatral donde dos vecinos se insultan mientras invocan derechos divinos y exhiben sus méritos. Uno de ellos, a quien llamaré El despojado, señaló hace poco desde el balcón de su palacio que sus rivales pertenecían a las huestes del mal, y miró al horizonte mientras recibía el consejo leal de su soberana. Algunos de sus vasallos, los más nerviosos y los más serviles, asistieron al acto para la citación del duelo. Llevaban banderas recién pintadas, escudos inventados, estribillos traídos de bazares y juegos deportivos. Todo el acto tuvo la risible majestad que los padres y las madres le ponen a las declamaciones de sus hijos.

La parcial derrota de El despojado fue causada por un cinismo adolescente todavía mal domesticado. Decidió usar su insolencia, tan apetecida por quienes acaban de conocer el poder, acompañada de un humor de primerizo. Porque el despojado tiene los poderes de unir en una misma frase el arte del ridículo y las hazañas de la solemnidad. De modo que recibió una respuesta acorde a sus maneras y desde el palacio capitalino suspendieron sus funciones y sus arrebatos. Entonces apareció El usurpador, el segundo de los vecinos que les decía actúan en la farsa que vive y sufre la ciudad floral. Su entrada triunfal fue digna del encomendero que recién recibe sus credenciales para cuidar bienes y tierras ajenas. Juró de manera solemne frente a la toga de una notaria y al entrar al palacio local saludó con gracia a los dependientes de los alrededores, casi acariciaba a los ciudadanos como un padre protector. En las reuniones informativas El usurpador frunció el ceño y dio órdenes con el tono grotesco del condenado al que le han concedido un último deseo, del cantante de feria en sus cinco minutos de fama. Los arabescos de la firma en los primeros decretos fueron tan sobreactuados que parecían más dibujos que simples letras.

Cuando al cinismo se responde con cinismo el resultado suele ser patético. El despojado es un especialista para buscar broncas, un comprapeleas que finge valentía a diestra y siniestra, pero cuando alguien decide comprar alguno de sus retos muestra una tendencia algo infantil a la victimización. Así que lleva una semana en correría de llantos y coros, buscando manifestantes, llamando a la rebeldía sin que el público responda a su indignación. Solo sus vasallos lloran y marcan su cara en las camisas de batalla. La pelea es contra un pelele engominado pero no se han logrado grandes victorias. Todo en este enfrentamiento es menor. Hace poco uno de los lances fue por la posibilidad de que se hiciera una reunión entre los súbditos de El despojado. El usurpador se opuso al cónclave y fueron y vinieron memorandos y acusaciones. Se dice que hay luchas por los parqueaderos y el ascensor.

Hay un famoso cuadro de Goya sobre el que se han dado decenas de interpretaciones. Duelo a garrotazos es el título y muestra a dos hombres enfrentados a garrote, ensangrentados, y hundidos en el barro hasta las rodillas. Para ellos la pelea lo representa todo, ahí están todas su fichas; para quienes miran desde afuera ya hay una derrota consumada. Ambos perderán por partida doble, por la brutalidad de su enemigo y por el barro implacable que entre más osados y fanfarrones, más los hunde.

 


2 comentarios:

Nico Verbeek dijo...

Excelente columna Pascual! Este alcalde ya ha pasado todos los niveles de ridiculez y patetismo. Y ahora ayudado por las acciones tontas del gobierno y su procuradora de bolsillo...

Anónimo dijo...

Es la mejor descripción q he podido leer del quijotesco suceso,felicitaciones pascual