viernes, 15 de julio de 2022

La impostura de Marquetalia

 

Iván Márquez no fue asesinado en Venezuela, confirma las FARC

La disidencia más importante de las Farc, al menos la más sonora y pretensiosa, cumple tres años desde su presentación en un video con veinticinco combatientes armados de fusiles e Iván Márquez armado de adjetivos. Decía Márquez, en un discurso de más de diez minutos, que vendría una nueva modalidad operativa donde solo responderían a la ofensiva y llamaba a un dialogo con empresarios, rechazaba la práctica del secuestro y reiteraba la lucha contra la corrupción, “prohibía” el fracking y convocaba a una “gran coalición de las fuerzas de la vida”. Era una extraña mezcla de discurso trillado de candidato con ínfulas de orador y comunicado de guerrillero más racional y moderado. Y de poeta de cartilla escolar: “Las banderas de la patria tremolan para todos…”

En ese momento, más o menos tres años luego de la firma del acuerdo de La Habana, muchos dijeron que se comprobaba el fracaso definitivo de esa tal paz. Cuatro comandantes volvían a la guerra con el apoyo del régimen de Maduro y las Farc eran de nuevo una amenaza real, decían. Pero poco a poco se demostró que la Segunda Marquetalia era solo una sala de redacción de comunicados y pruebas de supervivencia de sus propios comandantes. Nunca lograron consolidar un apoyo cierto de antiguos combatientes ni confirmar un mando centralizado, tuvieron la animadversión y recibieron ataques de los dos más fuertes comandantes en armas después del acuerdo, los más conectados con las mafias y las rutas: Gentil Duarte e Iván Mordisco. Y su refugio en Venezuela estuvo plagado de amenazas e incertidumbre. Según el gobierno de Iván Duque allá se guardaban veinte de sus líderes, más o menos los mismos del “performance” de lanzamiento. Además, su idea de acercarse al ELN fue solo discurso y desde esa orilla también les apuntaron y dispararon. De modo que la Segunda Marquetalia terminó siendo la confirmación del éxito del acuerdo paz, la prueba sin supervivencia de las Farc y de una lucha armada contra el Estado y la sociedad, de la posibilidad de ser una amenaza tan significativa como llegó a encarnar ese guerrilla en su momento.

Nos hemos acostumbrado entonces a ir registrando las muertes de sus principales voceros: Santrich, El Paisa, Romaña e Iván Márquez, quien ahora dicen sigue vivo luego de un ataque fallido. Las bajas de quienes antes ocupaban los carteles de los más grandes enemigos públicos se reseñan hoy como la caída de algunos capos medianos. Su cubrimiento no dura más de dos días con el recuento de su historial delictivo, sus viejas fotos de guerra y nada sobre sus inexistentes “hazañas” actuales. Los disidentes con rango se convirtieron en prófugos del pasado. La semana anterior se habló más del gabinete de Petro que de la supuesta muerte de Márquez. El reconocimiento de los secuestros por parte de los comandantes desmovilizados ante la JEP y la presentación del informe de la Comisión de la Verdad son los testimonios del fin de la guerra que le interesan a la mayoría de la sociedad. Las bajas en Venezuela son anecdotarios de una guerra que como sociedad se salda de una forma muy distinta. Una muestra irrefutable de que la gran mayoría de firmantes que persistieron en el acuerdo, a pesar de las imperfecciones, siguieron la única ruta posible.

Los comandantes más desafiantes y más torpes, quienes solo podían vivir en el poder y la arrogancia armada prefirieron una muerte en Venezuela que honrar un acuerdo en Colombia, y fueron la prueba definitiva de que nadie tenía cómo hacer trizas el acuerdo.

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