miércoles, 8 de enero de 2025

Presagios

 

“Muy a su pesar, Petro es muy parecido a nuestra historia institucional: estabilidad económica y clientelismo”: Pascual Gaviria

  

 

El calendario no afecta las discordias ni las mentiras. Desechar 365 días nos da solo una sensación de descanso y deber cumplido, ni siquiera se trata de un cambio de aceite luego de la marca del kilometraje, la bilis sigue en su sitio sin importar las fotos en medio de la neblina en la montaña o en la playa tersa o en la hamaca de utilería. Los libros nuevos serán agendas viejas. La gastritis seguirá su curso y los propósitos valdrán lo mismo que las lentejas en el lugar equivocado de los bolsillos. El fin de año es un destello que encandila durante cinco días, hasta que los pastores vuelven al cajón y las ovejas al redil de la oficina. Lo importante es perder la esperanza.

En política tendremos menos de las catástrofes que se han profetizado. Muy a su pesar, Petro es muy parecido a nuestra historia institucional: estabilidad económica y clientelismo. No hubo cambio y la revolución seguirá siendo la nostalgia de la bandera del eme. Tampoco vendrán los “agamenones” internos: ni golpes blandos, solo la misma pólvora retórica de dos bandos, la constituyente estará más jubilada que Leyva y el pueblo en las calles seguirá mostrando un empate técnico dependiendo de los fotógrafos y la hora de la toma.

El presidente se mostrará un poco menos frustrado por los resultados del gobierno. El tiempo de la campaña está más cerca y el viejo palacio será apenas un recuerdo de tiempos oprobiosos, pero seguirán las lágrimas en las lámparas de los salones y en los discursos presidenciales. Petro llorará su suerte un poco más, con más énfasis actoral, será víctima del mundo que desoye sus profecías, del bloqueo de la política tradicional que solo lo acompaña según la veleta del computador de Palacio, de la oligarquía que lo ataca a pesar de los pactos con los empresarios, de la codicia de su hijo y sus funcionarios confesos, del enemigo interno que no obedece sus delirios, del Estado todo que se resiste a su magia. La oratoria tendrá un origen más claro en la palabra orate, pero nada será muy distinto a lo ya oído. Solo un poco más largo.

Las reformas sin presupuesto tendrán el Cristo de espaldas en el Congreso y el presidente tendrá que imitar a Milei: “No hay plata”. La chequera no distingue ideología. Sin grandes posibilidades de triunfo en el Congreso llegará la hora de las entregas directas. A falta de obras y capacidad de ejecución será el momento de las programas de ventanilla y planilla: nombre, cédula y giro. Lo otro será señalar, señalar y señalar. El gobierno se convertirá en una gran Procuraduría vía X y comunicados. Y buscará ser una gran Registraduría. Vendrán las revelaciones de conspiraciones y los siete Pegasus del apocalipsis. Benedetti tendrá un año sin guayabos y Sarabia mirará al tarjetón. Roy quiere volver, Murillo quiere irse con el género y sin el pecado, Muhamad busca la patadita de la buena suerte y María José se cansará de legislar. Al ELN no le pasan los años a pesar de su plana septuagenaria, jugará al pico y placa de los ceses y al final del gobierno dirá que es hora de un cambio. Mancuso repetirá su verdad como la revelación que entrega cada año y siete guerrilleros de un bloque apócrifo en Nariño entregarán sus fierros

La transición energética estará en el pare y siga de las consultas previas y las acusaciones a las generadoras privadas. El sistema de salud se convertirá en una batalla campal de facturas. Seguirá siendo la pugna ideológica más importante pero con más pacientes en espera, más intrigas políticas por atención, más protestas, quejas y tutelas. El gobierno dirá que es culpa de una ley aprobada hace 30 años. Sus interventores serán cambiados cada seis meses. Petro hará resonar X desde el atril de Naciones Unidas y sus influencers leerán el discurso en línea y en coro. El año terminará con alocución.