jueves, 16 de enero de 2025

La tiranía electoral


 Chávez sólo logra mayoría simple en el Parlamento tras el éxito de la  oposición | Venezuela | elmundo.es

 Maduro dice que hará respetar el resultado de las elecciones

 

Han sido más de 25 años de un experimento que ha paado por todas las fases: el entusiasmo, la adoración, la trifulca, el deterioro, la tragedia, el mito, el caos, la aversión, la desvergüenza y el terror. Las elecciones han sido el signo de todo ese camino, para bien y para mal. Algunos han bautizado el juego electoral como un abuso de la estadística, Venezuela es un ejemplo de la multiplicación de ese exceso. Y de cómo, muchas veces, no son necesarias grandes mayorías para lograr poderes desorbitados e insultantes.

En un solo año Chávez consolidó un poder que lo dejó a cargo de buena parte del Estado. Luego de su elección en diciembre de 1998 con amplias mayorías y alta participación, la gente le entregó la confianza al discurso y el carisma. En abril del 99 convocó una constituyente por medio de un referendo con un 62% de abstención. En julio del mismo año ya tenía el 95% de los escaños en la asamblea constituyente en una elección donde obtuvo el 65% de los votos. El sistema se había armado para beneficiar al oficialismo. Menos de la mitad de los ciudanos salieron a votar. Para refrendar la Constitución, aprobada a la medida de un boceto de 90 páginas escrito por el presidente, la abstención fue del 55%. Tras solo en año y medio de gobierno y 4 elecciones tenía constitución propia y posibilidad de reelección para estar 12 años más en el poder. Cuando llegó su primera y única derrota electoral en 2007 luego de 8 años, el presidente había combatido, era su palabra, en 11 elecciones.

Chávez tenía desde su llegada al poder la ambición de la revolución, de los cambios definitivos y de largo recorrido. Nedo Paniz, financiador de los primeros tiempos, recuerda una frase del teniente coronel en la época de los sueños: “Si llego a Miraflores, nadie nos va quitar el poder”. La profecía se ha cumplido y ha tenido el mismo soporte hasta el día de hoy, cuando su señalado acaba de usurpar la presidencia: los militares. Desde el inicio del gobierno bolivariano el traje de campaña fue más importante que la camisa de civil.

Pero a comienzos del 2.000 ya el estado más verde que rojo, rojito: cien militares estaban en cargos directivos de las empresas del Estado, el vicepresidente era militar, manejaban las telecomunicaciones, la cancillería, PDVSA, la oficina central de presupuesto, los bancos estatales, el metro de Caracas, el aeropuerto de Maiquetía… El Estado caminaba y había ruido de sables y la corrupción iba de camuflado: “Cuando hablo de revolución armada no estoy hablando de metáforas; armada es que tienen fusiles, tanques aviones y miles de hombres listos para defenderla”, decía Chávez en 2.002.

También la oposición tuvo que ver en la configuración del régimen. La estrategia golpista de 2002 le dio legitimidad democrática a un gobierno con bastante pecados y propició la purga militar que aseguro un manejo personal del ejército. Y luego, la renuncia a participar en las elecciones legislativas de 2005 dejó los tres poderes en manos de Chávez. Ahora partido y Estado se superponían casi por completo. Sin importar que Chávez tuviera el 40% de popularidad y hubiera abandonado los estadios donde ahora los chiflidos reemplazan los viejos vítores.

Maduro heredó toda esa historia pero sin la figura mítica. Ahora un simple acólito debía oficiar la ceremonia de un poder corroído e inmenso, una carga imposible para un hombre simplemente obediente. El carisma es cosa del pasado, solo queda la máscara. Es necesario el terror abierto, no hay otra opción para los herederos que sienten miedo en la tierra y obligación frente a su santo. También las elecciones son cosa del pasado. Se acabó el tiempo de los sermones y se llegó la hora de los castigos.

 

 

 

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