miércoles, 7 de mayo de 2025

Ni guerra ni muerte

LaHistoria200 on X: "Bandera de la Guerra a Muerte, según documento de la  época que se encuentra en el @museonacionalco https://t.co/ypzIYtzzoT" / X

Ni guerra ni muerte | EL ESPECTADOR

Las cabezas llegaron arregladas para soportar el encierro en el viaje entre Barinas y Cúcuta. Iban en sus respectivas cajas dirigidas al brigadier Simón Bolívar y al Coronel Manuel del Castillo. No se supo si eran un regalo o una recomendación. Eran las cabezas viejas de dos viejos españoles culpables de su nacionalidad. El remitente era Antonio Nicolás Briceño, terrateniente, abogado y comprometido oficial de la independencia, apodado El Diablo, no por sus arrebatos sangrientos, sino por haber encarnado a Belcebú en algunas fiestas de semana santa. Las primeras palabras de las cartas que acompañaban las cajas negras estaban escritas con la sangre de los sacrificados. Los dos destinatarios quedaron aterrados. El Coronel del Castillo rechazó el paquete con una nota escrita con tinta: “Devuelvo la cabeza que se me remitía. Complázcase usted en verla, y diríjala a quien tenga el placer de ver las víctimas que ha sacrificado la desesperación”. Bolívar contestó con una orden en papel incruento: “Advierto a usted que en lo adelante en ningún modo podrá pasar por las armas ni ejecutar otra sentencia grave contra ningún individuo, sin pasarme antes el proceso que ha de formársele por su sentencia con arreglo a las leyes y órdenes del Gobierno de la Unión…”

Apenas dos meses después, el 13 de junio de 1.813, Bolívar firmó el decreto de Guerra a muerte en el que advertía a españoles y canarios que solo podrían contar con la muerte en caso de no sumarse a la causa de la independencia. Muy pronto el libertador había pasado de la prudencia al degüello. Las ideas de Briceño habían calado en el libertador que, unos días antes de firmar el decreto en Trujillo, la cuna de El Diablo, ya tenía el resumen de su contenido: “Nuestro odio será implacable y la guerra será a muerte”.

El punto más alto de la proclama sangrienta tuvo lugar en La Guaira en febrero de 1.814 donde cerca de 1.000 españoles fueron ajusticiados. Los documentos oficiales daban cuenta de la hazaña: “Ayer en la tarde fueron decapitados 150 hombres españoles y canarios encerrados en las bóvedas de este puerto, y entre hoy y mañana lo será el resto de ellos. Lo participo a V. E. para su inteligencia.” También los enfermos eran aliviados de sus dolores. Muchos eran llevados al cuchillo con un atado de leña a la espalda para hacer más expedita la cremación. La matazón no impidió la pronta derrota de la Primera República en Venezuela, donde los llaneros apoyaron a los realistas, y multiplicó los abusos de la contraparte que Morillo trajo hasta la Nueva Granada y que llevaron a la ejecución de ‘El Sabio’ Caldas y Camilo Torres.

Es al menos inquietante que el presidente que ha bautizado a Colombia como potencia mundial de la vida enarbole con tanto orgullo la bandera de la Guerra a Muerte. Los guantes quirúrgicos con los que empuñó la espada de Bolívar hicieron todo un poco más patético. El presidente bolivariano escogió el momento más sangriento de la guerra de independencia para hacer advertencias al Congreso y arengar a sus huestes ¿Simple arrebato de espadachín, sencilla ignorancia, amenaza velada, perdió la cabeza? Libertad o muerte, dijo Petro que significaba la bandera mientras llamaba a votar la consulta popular. Algo extraño para un presidente que invoca la negociación con los grupos armados ¿La disyuntiva de la muerte con los adversarios políticos y el llamado a la paz con los armados de todos los pelambres?

En 1.820 firmaron Bolívar y Morillo el Tratado de Regularización de la Guerra, un “monumento de liberalidad, humanidad y filantropía”, lo llamó el libertador, “un momento de los pueblos civilizados”. Esperemos Petro llegue pronto a ese capítulo de la historia patria.

 

No hay comentarios: