martes, 27 de mayo de 2008

Poema colgante





Sus torres inspiraron bendiciones exaltadas en los diarios y en la hoja de los poetas. El New York Daily Tribune dijo que levantarlas había sido “la mayor tarea civil jamás emprendida por el hombre”, una burla para los obstáculos y las distancias impuestas por Dios. The Sun habló de la “conciliación” entre la tecnología y el espíritu. José Martí, en su crónica escrita para La América, remató el sermón con el tono desorbitado del predicador: “Parecen los dos arcos poderosos, abiertos en la parte alta de la torre, como las puertas de un mundo grandioso, que alegra el espíritu; se sienten, en presencia de aquel gigantesco sustentáculo, sumisiones de agradecimiento, consejos de majestad, y como si en el interior de nuestra mente, religiosamente conmovida, se levantasen cumbres.”
No era para menos. El puente de Brooklyn había resuelto una paradoja: sacar a Manhattan, el recién erigido centro del mundo, de su condición de insularidad. Martí no podía entender que esa “corona, esa lira, ese abanico” flotara sobre Nueva York, y en su intento por explicarlo logró hacerse ilegible. Además de sus oraciones a los “tornillos gruesos como árboles, y retorcidos y agigantados”, buscó describir la maravilla recurriendo a todas las metáforas posibles al reino animal: Caballos, águilas, arañas, pulpos, gusanos, hormigas y hasta los colmillos de un mamut sirvieron para mostrar las “altísimas cuerdas de alambre” que sostenían la plataforma.
Cuando José Martí escribió su crónica apenas había pasado un mes desde la apertura del puente, los habitantes de las “dos ciudades”, Brooklyn y Manhattan, lo cruzaban entre “algaraza, asombros, chistes, genialidades y canciones.” Seis meses después todavía era momento para gracias: una mujer que simuló saltar, usando sus faldas como paracaídas suficiente, provocó una estampida con doce muertos enredados entre los cables laterales. Ni siquiera caminar era sencillo sobre el puente que hacía que los cronistas mencionaran a Egipto y a Tebas y a Troya.
No se podrá decir que era cosa de americanos mareados con su gusto por el acero y los espejismos de su ciencia. Ni puro embeleso de los primeros pasos. Años después, cuando los carruajes, los carros rojos del correo, los coches suntuosos, los caballos montados a pelo y la simple turba caminante aprendió a cruzar, Mayakovski, otro blasfemo de América, le recibió el testimonio a Martí para cantarle al puente, incluso retomó sus arrebatos geológicos: “Si llegase el fin del mundo, / el caos pondría el planeta patas arriba / y sólo quedaría este puente encabritado sobre el polvo de la ruina…/ con ese puente el geólogo de los siglos podrá reconstruir nuestro presente. / Dirá entonces: esta pata de acero unía mares y praderas, / desde aquí Europa se lanzaba al Oeste aventando plumas indias. / Aquella costilla parece una máquina / por los cables del tejido eléctrico deduzco: era la época posterior al vapor. / Aquí la gente ya gritaba por radio, aquí la gente ya volaba en aeroplano. / Aquí la vida era despreocupación para unos, un prolongado grito de hambre para otros. / Aquí los parados se tiraban de cabeza al Hudson”. La historia dirá que el primero que se lanzó lo hizo detrás de una apuesta en metálico y sobrevivió. Mucho antes de que Ginsberg pusiera a algunas de las mejores cabezas de su generación a saltar desde la misma plataforma.
Pero hace falta un poeta que convierta al puente en símbolo de todas las leyendas de América, que lo use como pretexto para cantar la historia desde Pocahontas hasta el prodigio de los taladros. Hart Crane, otro suicida como Mayiakovski, buscó la habitación desde donde el director de la obra había vigilado su milagro, años después rondó el puente desde esa misma ventana y continuó con la faena: “De tus cables que ciegan, y para nuestro gozo, de tu blanca prisión se alza la profecía: a través de tus cuerdas, secuela de argentadas pirámides, el tierno nombre de Dios, agitado de blancas alas sonoras…sube”. Crane usó el puente para seguir a Whitman y a Elliot, perdió el paso pero logró que las cenizas de su madre volaran hacia el East River.
No pasará el tiempo de la exaltación frente al Puente de Brooklyn. La caminada de Antonio Muñoz Molina, un escritor lejano a la hipérbole, se sigue pareciéndose a los pasos de Martí: “Cruzamos mientras el viento del océano silbaba en los cables de acero, tensos y tupidos como cuerdas de arpa, y nosotros mirábamos el río y los puentes y el perfil de la ciudad desde una perspectiva elevada e ingrávida de equilibristas o de pájaros”.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

«Era grande y vario su talento», escribió Enrique Collazo, quien durante un tiempo no le quiso mucho. Y es que Martí asombraba. Durante la primera juventud había alcanzado un dominio sorprendente de la realidad mundial: viajaba por los clásicos del pensamiento desde Grecia y Roma hasta hurgar en los pueblos más antiguos, cultos y ancestrales de los países del Oriente. Tenía el don de expresarse en la lengua materna y en otras. Es decir, habló y se preparó para interpretar los idiomas determinantes en el mundo de su tiempo.

El conocimiento del alemán le permitió sostener un diálogo con el capitán del «Nordland» y tocar el corazón de aquel duro marino germano... Lo revela la página escrita ante las costas orientales de Cuba en el diario De Cabo Haitiano a Dos Ríos, correspondiente a la noche del 11 de abril de 1895: «Salimos a las 11. Pasamos rozando a Maisí, y vemos la farola. Yo en el puente. A las 7 y media, oscuridad. Movimiento a bordo. Capitán conmovido. Bajan el bote...»

Al dominar varios idiomas, también pudo hablar con el francés que él y los cubanos de su tiempo consideraron el genio supremo de los derechos civiles: Víctor Hugo. Le impresiona sobremanera el poderoso cronista de los acontecimientos acaecidos en la Francia posterior a la gran revolución de 1789 y su eco en 1848.

PD: ahora estoy mas convencido que las blasfemias de marti son como las cargas dinamicas del puente por el que soy asiduo visitante,mas imponente que nunca.

Pascual Gaviria dijo...

Juka me gustó mucho el comengtario. Martí fue sin duda uno de esos que llaman próceres. Un pionero en muchas cosas. Sin embargo, como lo digo en la columna, por momentos su crónica se convierte en un poema modernista ilegible, un arrebato que quiere ser descripción y recreación. Por los tiempos en que escribió su crónica sobre el puente coincidió con Rubén Darío en Nueva York, busqué alguna referencia de Darío al puente o a Martí y no las pude encontrar. Pero me consuelo imaginando sus conversaciones.

Anónimo dijo...

Si José Martí lo hubiera visto quizá le habría puesto un poco de dulce y se lo hubiera enviado a su hijo entrañable de otras tierras en la envoltura de “Ismaelillo” aquel dedicado libro de cuentos para niños que, allá en los 1800 y pico, escribiera desde Nueva York, precisamente en su apartamento de Brooklyn.
Aquello no fue óbice para que Martí dedicará una estupenda crónica al célebre puente colgante, moderna reminiscencia de los jardines de Babilonia como de los caminos colgantes del imperio Inca, bajo el nombre de “Los Ingenieros del Puente Brooklyn”, en la que relata que “ dos bravos e ilustres ingeniero (Juán Roebling y su hijo Washington) (..) han alzado entre Nueva York y Brooklyn, sobre las ondas del aire, ese solemne y admirable puente, sutil calzada de gigantesca encajería”. En Latinoamérica el diario La Nación de Buenos Aires, lo publicó en 1883

Pascual Gaviria dijo...

Juka me llama la atención la crónica de que hablás: "Los ingenieros del puente de Brooklyn", la que yo mencionó en la columna se llama simplemente "El puente de Brooklyn" y no menciona en ningún momento a los Roebling, ni al padre que murió de gangrena luego de un accidente de puerto durante las obras ni al hijo paralizado por la "enfermedad del buzo" mientras intentaba anclar el puente bajo el agua ¿ hay dos crónicas de Martí sobre el puente?

Anónimo dijo...

Indudablemente, uno de los conjuntos de crónicas más famosos y leídos de José Martí por más de un siglo, es aquel que tiene como núcleo noticioso las estructuras que simbolizan la modernidad en los Estados Unidos y que se hallan enclavadas en la ciudad de Nueva York: la Estatua de la Libertad, el Puente de Brooklyn y el Coney Island. La Quinta Avenida y el Parque Central no constituyen la atención principal de ninguna pieza, pero su presencia se reitera en las Escenas como referencia o contexto de los acontecimientos. No es menos cierto que cada una de ellas de manera independiente resumen sucesos que marcaron una etapa o resultan símbolos no sólo para Estados Unidos, sino para todo el mundo y que los aciertos del autor en esos discursos han sido enumerados y analizados por numerosos e importantes críticos de su obra desde varias latitudes en coherencia con la dimensión y trascendencia de sus esencias. Pero estas creaciones, además, son portadoras de temas “culminantes y durables, y de valor humano”, tal y como diría el propio Martí al expresar su criterio de selección al privilegiar unas crónicas de otras.


PD:No se si califique para contestar esa pregunta , pero aqui te dejo algo que te puede servir:

José Martí: narrar desde el periodismo

http://www.serbi.luz.edu.ve/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0252-90172005012000004&lng=es&nrm=iso

Anónimo dijo...

“¿Por qué se nota en la ciudad entera, en los rostros mismos de los hombres, súbita virilidad y expresión de fuerza, como si les viniera del reflejo de un poder ciclópeo? No hay bandera que ya no esté buscando el asta; ni farolillo de colores que no aguarde ya luz”40.

Si consideramos este conjunto de referencias al puente como un relato fragmentado, entonces esta información inicial sería su introducción, pero la alabanza y el reconocimiento de Martí no sólo se detiene en la obra, sino también en sus autores por eso la tercera crónica dedicada al puente (y que concluye el relato), tiene como protagonistas a los ingenieros (padre e hijo) que lo hicieron posible: Juan Augustus Roebling y Washington Augustus Roebling41. Esta crónica (publicada el 18 de agosto de 1883 y que seguramente fue escrita días después) es otra sección –imprescindible, por cierto– de la narración dedicada al Puente de Brooklyn. Aquí está la génesis y las razones que dieron lugar a la obra, es decir, brinda un amplio recorrido por la vida y la formación profesional de ambos ingenieros y las etapas que posibilitaron su crecimiento intelectual y técnico, lo que generó, a su vez, una obra de esta opulencia.

No todas las referencias que aparecen al Puente de Brooklyn en las Escenas norteamericanas pueden ser consideradas como narraciones intercaladas, pues en ocasiones son alusiones sin mayores complejidades narrativas ni trascendencia informativa. Sólo se considerará como tal, aquellos casos que cumplen con la definición expresada por Genette y que fue apuntada al inicio de este estudio. A mi modo de ver, las tres secciones estudiadas forman la tríada principal que esboza la historia del puente. Existen otras referencias –como ya se dijo– en las cuales se le menciona tangencialmente a propósito de algún acontecimiento o como parte de una reflexión mayor, pero no llega a constituir ni siquiera un núcleo noticioso en la estructura de esas crónicas.

Anónimo dijo...

En esta otra descripcion del puente no se si sea muy desorbitada, y con la retorica del sermon, pero me encanta la forma desde la vision tecnologica que lo dice:

Hay un salto notable desde la presentación de una escultura monumental a un colosal ejemplo de ingeniería civil. De ahí que las complejidades estructurales arquitectónicas a tener en cuenta son mayores y por eso la necesidad de expresar los pormenores en torno a longitud, altura, espesor, peso:

Allá en el fondo, del lado de atrás más lejano del río, yacen, rematadas por delgados dientes, como cuerpo de pulpo por sus múltiples brazos, o como estrellas de radios de corva punta, cuatro planchas de 46,000 libras de peso cada una, que tienen de superficie 16 ½ pies por 17 ½, y reúnen sus radios delgados en la masa compacta del centro, de 2 ½ pies de espesor, donde a través de 18 orificios oblongos, colocados en dos filas de a 9 paralelas, cruzan 18 eslabones (...)42.

Evidentemente hay descripción de numerosos elementos o conjuntos que aportan aristas específicas en torno a lo que se está presentando y esta característica se desliza en varios momentos en el discurso de esta crónica. Ello está relacionado no sólo con la naturaleza del objeto noticioso sino también con la finalidad de su autor porque, sin lugar a dudas, sus crónicas están condicionadas raigalmente por una evidente intencionalidad. Se trata de una obra que tendrá, sobre todo, valor de uso (además, claro está, valor estético y simbólico) y son necesarios estos bloques descriptivos para ofrecer la mayor amplitud de rasgos, en primer lugar, para los lectores latinoamericanos, para los incrédulos de la modernidad o los que hubieran podido resistirse a creer en la grandiosidad y seguridad de una obra nueva (porque siempre los hay), pero, además, por esa nueva vía pasarían autos, trenes y trabajadores camino a su trabajo o de regreso y quizás, esos datos estén en función de brindarle verosimilitud a sus reflexiones.

Es una estrategia narrativa dirigida a construir la imagen ante los destinatarios de las majestuosas dimensiones de volumen, profundidad, peso y altura que posee la obra y eso se traduce en múltiples cifras que acompañan con impecable exactitud y especificidad varios momentos del texto. Y necesariamente, este es un rasgo que singulariza su discurso a diferencia de los textos dedicados a las restantes estructuras neoyorkinas. Y si se piensa que la presencia de estos datos descriptivos pudiera lastrar la naturaleza de su discurso en el afán de poder considerarlo como un eslabón de los intereses narrativos del autor, pues no sucede así porque “la narratividad es afectada también por el grado de especificidad o singularidad de las situaciones y acontecimientos presentados. De manera característica, el relato huye de la abstracción y prospera con lo concreto. Se concentra en lo particular y no en lo general. Multiplica los signos de localización e individualización (...) el relato prefiere las secuencias que dependen de conjuntos específicos”

Gabriel Jaime Caro (Gajaka Extramítico) dijo...

El que esta en el puente colgante con la smanos en los bolsillos es Crane?