martes, 5 de noviembre de 2013

Pecados por exceso




El filtro de entrada que los hospitales han ido construyendo por desconfianza merecida frente a algunas EPS, por cálculos sobre su balance más allá de las historias clínicas, por incapacidades y carencias propias, se ha convertido en uno de los puntos principales del debate sobre la salud en Colombia. Son los pecados por defecto de nuestro sistema. Más silenciosos, y en ocasiones más complejos, son los pecados por exceso que se presentan todos los días en las salas de cuidados intensivos y de exámenes especializados. Aquí las decisiones tienen que ver con el límite natural de la vida y los esfuerzos desmesurados de los médicos –ensañamiento terapéutico, lo llaman algunos– que muchas veces parecen dirigidos más a mejorar la factura que la salud.
En menos de tres meses he tenido cerca dos casos en que los hospitales –muy reputados por cierto– abren la puerta de par en par a los pacientes y la cierran con disimulo, fingiendo responsabilidad y celo profesional, cuando el enfermo imaginario o la familia del enfermo terminal buscan una salida razonable. Una vez entra el paciente con respaldo económico probado por su EPS prepagada, los hospitales comienzan a actuar con la lógica de un hotelero desmedido. Para el enfermo imaginario que llegó creyendo tener un infarto decretan tres días de cama en cuidados especiales sin importar que se haya comprobado que todo fue una acidez mal interpretada. Aquí el asunto es más una comedia que una tragedia. La acompañante debe ponerse más rígida que las enfermeras y notificar, con palabras que retumban en las catacumbas del hospital inmenso y fantasmagórico, que el paciente rubicundo saldrá por sus propios medios quieran o no los médicos precavidos. Huir de un hospital es siempre sano.
En el segundo caso el asunto entraña una tragedia. Someter a un paciente y a una familia a una agonía de 25 días pensando en una factura de 180 millones de pesos o en una obligación religiosa, o en las dos al mismo tiempo, es un pecado de lesa religiosidad y un abuso mercantil. En la situación particular que conocí la familia debió acudir a una segunda opinión luego de recibir durante tres semanas diagnósticos contradictorios y sermones sobre la vida y la esperanza. Solo cuando el esposo de la paciente firmó por iniciativa propia una carta pidiendo que no se le suministraran más antibióticos a su mujer enferma –era claro que la capacidad de respuesta al tratamiento era escasa o nula y que el pronóstico de vida se limitaba a semanas o meses– en el hospital reunieron al comité de ética para tomar la decisión. La paciente murió tres días después del acuerdo lógico desde el punto de vista médico y humano. En el entretanto los doctores alcanzaron a hablar de homicidio por omisión y otras imprecisiones que desconocen el derecho penal y el fallo de la Corte Constitucional sobre la eutanasia.
Muchos de los recursos que hacen falta para atender las necesidades de pacientes con un alto potencial de recuperación, terminan invertidos en pequeñas farsas con excesos diagnósticos para pacientes sanos o largas agonías para enfermos terminales sin posibilidad de expresar su voluntad. Por eso en Estados Unidos se ha hablado del “juicio sustitutivo” al que tienen derecho los familiares, y de la teoría del “mejor interés” que busca encontrar el juicio de una persona razonable en las mismas condiciones de un paciente sin capacidad de tomar una decisión por sí mismo. Es urgente pensar en algo para que no sea necesario entrar al hospital con un plan de fuga y un testamento que invoque el derecho a expirar a la hora indicada.




2 comentarios:

Nerön Navarrete dijo...

Pascual, acordate de unos poemas inéditos de los que hablamos para Cuadernícolas. Podés mandar el material a revistacuadernicolas@gmail.com. Mil gracias, papá.

Anónimo dijo...

Todo es facil.. siempre y cuando se diga frente a la pantalla de un computador.