jueves, 2 de junio de 2011

Inundaciones en Fontibón




De vez en cuando los ríos de la Sabana olvidan esa obediencia sinuosa que los obliga a los recodos. Y se pierde el paisaje de los árboles que rayan la corriente con una rama encorvada desde la orilla. Ahora todo es un pozo pardo, una ciénaga presuntuosa que no luce bien sobre una llanura encumbrada.
Parece que algún ocioso hubiera inclinado el plano de la Sabana a lado y lado para sacar de curso al río y fastidiar a las vacas, a los caballos de la policía que pastan en los alrededores, a los aviones que aterrizan sobre la pista en los potreros al occidente de Bogotá, en el aeropuerto El Dorado.
Hace 100 años, según cálculos a mano alzada, el pintor Roberto Páramo miraba ese mismo paisaje desde algún altillo cercano. Inundación en Fontibón es el título de dos óleos de buen tamaño, sin fecha y con una vista singular sobre la principal protagonista de sus cerca de 5.000 obras: “el alma melancólica de la gran llanura”.
Páramo fue uno de los encargados de sacar la pintura colombiana de las iglesias y los palacios de gobierno. El ojo deslumbrado de los diplomáticos europeos les señaló los prodigios a los jóvenes pintores que no veían más allá de las láminas recién llegadas de los museos. A mediados del siglo XIX, los encargados de negocios de Francia e Inglaterra fueron pioneros en el viejo truco de sacar el caballete a la intemperie. Luego vendrían los pintores de la Comisión Corográfica que recorrieron el país con un atado de pinceles y una idea de Humboldt bajo el brazo: “la unión de ciencia y arte para el registro de la verdad.”
Cuando llegó el siglo XX ya el paisaje era una obligación. En 1910, en la exposición del centenario en la capital, la mitad de las obras expuestas eran cuadros de la naturaleza. Y la Sabana de Bogotá era la más gris e inspiradora de las soledades: sombría para los románticos, luminosa para los recién convertidos al impresionismo, salpicada de ladrilleras y caminos de mulas para quienes necesitaban algo de color local.
Roberto Páramo fue uno de los pocos artistas de la época que no se embarcó rumbo a Europa. Dedicó sus caminatas y sus miradas a los alrededores de Bogotá y Tenjo, donde había nacido su esposa. Y llegó hasta Choachí, Sogamoso y Gigante en el Huila, donde un hijo lo llevó a conocer el calor.
Hace unas semanas los habitantes de Fontibón, Engativá y Kennedy protestaban por las inundaciones que cubrieron sus garajes y rebosaron el alcantarillado. Luego de la arremetida el agua estancada duplicó la imagen de los edificios hundidos. Las fotos en la primera página de los periódicos, tomadas desde los helicópteros, buscan encontrar la huella perdida del río, ordenar ese estanque sucio y desmañado. Sería imposible que a ras de agua alguien llamara paisaje al desastre.
Luego de ver sus dos inundaciones en Fontibón queda una certeza: todo tiempo pasado fue mejor…al menos para los extintos pintores de caballete al aire libre.


3 comentarios:

Pascual Gaviria dijo...

Pasemos del agua al agua sucia. No recordaba que Pablo Escobar hubiera aportado a la campaña de Alberto Fujimori:

"Dicen que la candidata a la Presidencia del Perú Keiko Fujimori pidió asesoría internacional, incluida la de expolicías colombianos, para evitar que su campaña fuera infiltrada por dineros del narcotráfico. No quiso que le pasara lo que a su padre Alberto, quien en su primera elección como jefe de Estado habría recibido un millón de dólares de parte de Pablo Escobar Gaviria a través de su asesor Vladimiro Montesinos, quien vino a la Hacienda Nápoles por el dinero, según ha dicho a la justicia y a los medios de comunicación el sobreviviente Roberto Escobar Gaviria."

Una columna de agosto de 2009 sobre Keiko Fujimori

Justicia popular

En ese tiempo decía: "No me va a tamblar la mano para indultar a mi padre".

diego armando dijo...

todo es por la falta de interés de las entidades del estado que dejan que personas sin escrúpulos vendan terrenos y lotes sin la debida prevención

Gabriel DiazGranados dijo...

Cheveres los cuadros de uno de los pintores de la escuela sabanera, recuerdan esos atardeceres que aun vemos.
La sabana tiene zonas muy bonitas que seria ideal cuidarlos, respecto a las inundaciones son solamente el grito del río tratando de recuperar las tierras y humedales que siempre le han pertenecido, y que desafortunada-mente han urbanizado